Montes Aquilianos - El Bierzo - El Castillo de Ponferrada

Castillo de Ponferrada

El Castillo de Ponferrada fue inicialmente un pequeño poblado con una cerca hecha con cantos y barro, (s. XII), reforzada en época de los Templarios con un muro de cal y canto (s. XIII). Tras ser confiscado a la Orden del Temple en el s. XIV, su nuevo señor Pedro Fernández de Castro levantó un castillo en un extremo (Castillo Viejo). Durante el siglo XV perteneció al Duque de Arjona, a su hermana Beatriz de Castro y al esposo de ésta, Pedro Álvarez de Osorio, Conde de Lemos, que realizó grandes obras convirtiendo lo que quedaba del primitivo recinto templario en un fuerte y lujoso palacio que se llamó Castillo Nuevo. Su nieto, el siguiente Conde de Lemos, que adoptó como divisa la "tau" que ya empleara su abuelo, se sublevó contra los Reyes Católicos, quienes tomaron Castilla en 1.483 y realizaron obras siendo alcaide real Juan de Torres.

 

 

Frente al puente que le dio nombre y que mandó levantar sobre el río Sil el obispo Osmundo para paso de los peregrinos que iban a Santiago de Compostela, muestra su gótica hermosura al viandante el castillo de Ponferrada, el mejor, sin disputa, de todos los leoneses, en la meseta de una colina, a 60 metros de altura sobre el cauce fluvial y dominando las encomiendas del Bierzo.

Este pintoresco castillo de Ponferrada fue de las construcciones más interesantes de la Edad Media, porque participó de un triple carácter de fortaleza, cenobio y palacio. Su ingreso es de una belleza casi teatral: tras la primera puerta, entre dos esbeltas torres pareadas, sigue el puente y otra puerta semejante que conduce a la inmensa plaza de armas del castillo. La primera de dichas puertas está formada por dos arcos de medio punto -el exterior rematado por repisas- entre dos esbeltos cubos coronados por modillones sustentantes de repisa voladiza y almenada, una de ellas con sillares. Cruzado el peine o rastrillo, aparece la segunda puerta, con elementos análogos a la anterior. La plaza de armas, trapezoidal, tiene en sus dos flancos las celdas, con el escudo cruzado del Temple y un gran pozo en su centro. La gran torre del homenaje es hueca, y a ella se llega por puentes levadizos desde varios lados.

Aún podríamos añadir lo que consta en documentos del siglo XVI y posteriores, vistos en nuestros archivos públicos por el investigador Julián Paz.

Según éstos, la fábrica militar es toda ella de piedra, muy fuerte, así en los muros como en todos sus cuartos, torres, cubos y veladores; circundada con dos cercados, con los cuales andaban dos rondas, alta y baja, y alrededor de aquélla una cava muy profunda. La casa fuerte se componía de salas, cuadras, pisos, corredores, caballerizas, bodegas, paneras y otros aposentos. Era tan recia la obra, que a fines del siglo antedicho se conservaba intacta -como nueva-. Los aposentos estaban hechos de buenas maderas labradas y guarnecidas a mucha costa. Sin embargo, en dicha fecha requerían algún reparo el puente y una puerta de hierro, más la segunda puerta del primer zaguán, antes de llegar a la torre-fuerte del rastrillo; el tejado de dicha torre, la puerta de la ronda baja, la escalera de la torre del Modín, la cocina de campaña y otros detalles. Por unos corredores de la ronda alta se entraba a los salones grandes, con sus cuadras y recámaras, la una decorada con las armas reales, linajes y dignidades, y la otra llamada Rica, ambas de mucha estima y consideración. De la sala de armas, situada a mediodía, salía un largo mirador recayente a la puerta principal de la fortaleza, entre las torres de Cabrera y del Rastrillo, con piezas de artillería. Esta torre de Cabrera era muy fuerte y artillada. Desde la recámara de la sala Rica se subía al mirador de los azulejos, recayente a la ronda de levante. Los cuartos de los azulejos estaban bien provistos de chimeneas, recámaras y un <> alto y bueno, con vistas al castillo viejo, con salida a la ronda alta y paso a los veladores de Malvecino y de Malpica. Fuera de la fortaleza recaía ya la torre de Modín, dominando el río Sil, con bajada secreta al mismo para las aguadas, por una mina de importancia. Sobre ella había un velador de piedra, ya destejado. Junto a la casa, pegado a sus rondas, y hacia la parte de la villa, estaba el castillo viejo, todo edificado de piedra, con dos fuertes torreones y de importancia guerrera. En el castillo viejo había, a principios del siglo XVI, corazas, arneses, paveses ballestas, lombardas, cervatanas, pasavolantes, ribadoquines, espingardones, barrenas, buzano, culebrinas y demás armamentos detallados en unaa estadística de la época. Y en el castillo nuevo, cañones, corazas, planchas metálicas y municiones.

Aparece rodeado de muros alménenos, corriendo líneas de matacanes por todos sus lienzos. Está edificado de fuerte mampostería de pizarra, así como sus torreones, que son rematados de modillones, conservándose únicamente en pie esta parte ostentosa de su doble circuito. La planta es un pentágono irregular, cuyo lado mayor recae a poniente y aún conserva una galería cubierta para bajar a las aguadas, la cual estuvo defendida por un torreón, ya arruinado. El lado sur es de dos trazos en línea quebrada, con fuerte torre cuadrada que sirvió de cárcel y con la entrada principal de la fortaleza -de gran belleza-, en asiento y defensa del puente, en la portada del segundo recinto -con cruz del Temple en la clave de su arco y borrosas inscripciones-; hay otro robusto torreón, de cuadrado y amplio asiento, de base inclinada o ensanchada. El costado de oriente, casi paralelo al opuesto, se forma también de dos lados, a los cuales estuvieron adosadas, en el interior, varias habitaciones, capillas, salones, patio, cuartel y alta galería, cuyos tres arcos, con su roto dovelaje, aún se mantienen en pie, cual un esqueleto, sobre la línea superior del muro. Aparece flanqueado éste de otro grueso torreón, en cuyo centro campean, entre otros escudos, los yugos y las flechas de los Reyes Católicos. Al lado norte se ve otra entrada para bajar al puente, y ostenta hacia el río dos torreones: uno levantado por el conde de Lemos para cárcel, y otro por los Templarios para defensa. Dentro de este recinto se marca otro, y en la extensa área que dejan ambos entre sí, se cultivan actualmente unos campos. Casi todo el asiento del recinto interno es obra romana.

El interior del castillo aparece arruinado; pero entre el desmantelamiento de sus muros pueden aún apreciarse los distintos compartimientos de la formidable fortaleza, alrededor de la antedicha plaza de armas: la sala de la encomienda, la capilla, el panteón, las mazmorras, las caballerizas, celdas, refectorio, sala capitular, etc. Hacia el sur del recinto, tocando las murallas, se extendía el cenobio, antiquísima obra probable del siglo VII, muy anterior a la de los Templarios, del XIII. Y perdura un vestíbulo con arquería, una nave con bóveda de cañón, una galería de tres arcos y un cubo en el ángulo nordeste, con las armas de Castilla, Osorio y Castro.

Se ignora la historia de este castro, romano en su origen, hasta II78, en que aparece donado a los Templarios por los reyes de León, después de haber sido castillo y convento, y contando en sus anales las luchas interminables de moros y cristianos. El castillo y la ciudad se confiaron a la Orden militar caballeresca en 1218. Pero la posesión sólo duró hasta 1310, época de la  extinción pontificia de la Orden, a empeño del rey de Francia, secundado por Fernando IV de España, si bien aquí sin los atroces martirios y ejecuciones de allende los Pirineos, aunque en ambos sitios por la ambición de los monarcas vecinos para la incautación de las inmensas riquezas de tan poderosa Orden militar -con el agravante de la absolución que obtuvieron los caballeros freires, inocentes de falsas imputaciones, ante el Concilio de Salamanca, constituido por once prelados, que los declararon inocentes-. Estaban ya prejuzgados por el Poder civil, receloso de sus ricas encomiendas, que pasaron a la Corona, como el castillo de Ponferrada y los· otros del Temple.

Alfonso XI donó esta fortaleza al conde de Lemos, P. Núñez de Castro, quien la restauró, convirtiéndola en feudo. Bajo el reinado de don Pedro fue señorío de doña Juana de Castro, la reina desamada. Lo heredó en 1400 don Enrique de Castilla, hijo de Isabel de Castro, de quien pasó a los condes de Lemos otra vez. Estos y los Manrique, señores de Treviño, tuvieron tal guerra disputándose Ponferrada, que los Reyes Católicos, cortando por lo sano, en 1486, recabando para sí este castillo, cuya alcaidía real dieron a los marqueses de Villafranca. En 1558 compró el castillo dicho marqués al monarca; pero rindiendo pleito homenaje de tenerlo por el rey.

El coloso guerrero ya está abatido. Por sus puertas salieron un día los caballeros Templarios, sin volver la vista atrás para no ver arriar su bandera, cruzada de la alta torre del homenaje. Desterrados, marcharon con la frente alta, para no volver ya a Ponferrada; pero tan abatidos como su gótico castillo feudal.

Actividad en la zona;  Montes Aquilianos - Valle del Silencio Ref. 220813  (Festividad de la Virgen de la Asunción 2022 - Puente de Agosto)

Información adicional:  Montes Aquilianos - El Bierzo - Valle del Silencio    Información, Pueblos y lugares con encanto, Reportaje

 

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