Castillo de Coca (Segovia)

Manifiesta desproporción entre un castillo y su pueblo, parecen en Coca el coloso y el pigmeo.

Flanquean su recinto exterior, circundado por ancho foso, cuatro robustos y airosos cubos: que arrancando en forma de conos gigantescos, quiebran luego su línea circular, para abrirse, avanzando atrevidamente hacia afuera, en hexágono, cada uno de cuyos lados es defendido por otros tantos cubos más pequeños. El segundo recinto obedece al mismo plan, y la poderosa y esbelta torre (en la que se construyeron las habitaciones del señor feudal, y que hoy no existen), cuadrada, altísima y coronada, como todo el conjunto, por caprichoso y labrado almenaje, presta a este castillo un aspecto de grandiosidad y severidad majestuosa, que encantan 'al viajero.) (Heraclio S. Viteri.)

La mayor parte de los castillos medievales que en Castilla perduran son de estilo gótico y edificados en piedra; pero en la parte central del solar castellano hay castillos de mayor valor artístico, por ser mudéjares, fabricados en ladrillo, como este de Coca.

Lampérez calificó este castillo de Coca como el más genuino ejemplar del arte mudéjar. Otro articulista lo estima como el de mayor proceridad de los campos segovianos, sobresaliendo como un gran señor del horizonte su roja mole sobre la verde campiña.

Fue levantado en el año 1400 por el arzobispo Fonseca, a poniente de la población, en la confluencia de los ríos Eresma y Voltoya, y cercado de profundos fosos. El grandioso monumento es de bella arquitectura mudéjar, construido con muro de 2,50 metros de espesor, con revestimiento de ladrillo, y flanqueados los cuatro ángulos por torres ochavadas que rematan sus caras en garitones poligonales, ceñidos por una arquería corrida de matacanes. Entre éstas y las almenas aparecen los adarves, cruzados de prismas ricamente decorados. En el punto medio de tres lienzos de la barbacana resaltaba un cubo, y en la mitad de los espacios entre el cubo y las torres angulares, un garitón. En la muralla del este, al extremo de un puente y flanqueada por dos torreones, se abre la entrada del primer recinto. Sobre él se destaca el castillo, del mismo estilo que la barbacana, coronando un ángulo septentrional por la cuadrada torre del homenaje, encerrada entre cuatro cubos construidos en sus vértices y reforzada por ocho garitas pareadas en cada lienzo. Vecina a la torre se abre la puerta, en forma de arco rebajado, dentro de una ojiva semiarábiga decorada con molduras de ladrillo, la cual da paso al patio, adornado antiguamente de azulejos y rodeado de una doble galería corintia, destruida a fin de vender los pilares de mármol que la sostenían.

Si el exterior es vistoso y a la par imponente, el interior era, sin duda, de regia suntuosidad, pues la doble galería superpuesta de columnatas de mármol, con chapados de azulejos antiguos que rodeaba el antedicho patio, debió ser de extraordinaria belleza renaciente; mas, por desgracia para el arte, ya no podemos contemplar aquel primor, que desapareció en 1828, cuando el administrador de la casa ducal (con objeto de aprovechar el valor de aquellos mármoles y azulejos) malvendió en 40 pesetas cada columna y capitel de la galería, que el comprador revendió en Madrid en 1843 por 250 pesetas cada pieza, y posteriormente se pujaron en mucho más; devastación semejante a la del castillo marquesa! de los Vélez, en Andalucía, y el condal de Oliva, en el litoral valenciano. Marcel Dieulafoy observa cierta semejanza entre este castillo y el de la Mota, completado por Juan II en el siglo XV. Los mermelones que descansan en el castillo de Coca sobre una fila corrida de barbacanas, son escalonados y se agrupan dos a dos sobre un cañón calado por ancha aspillera, afectando la forma de las fajinas que se ponían en el momento de sitio para proteger la obra arquitectónica.

Esbozado a grandes rasgos lo que es el castillo de Coca, tócanos apuntar algo referente a los que fueron sus señores territoriales en la Edad Media. Si entramos en el templo de Santa María de Coca, vemos en el lado del Evangelio del presbiterio una urna sepulcral con estatua tumba, de un arzobispo, y el blasón de Alonso I de Fonseca entre dos ángeles sustentantes. A la parte de la Epístola, en otro sepulcro contemporáneo, reposan los restos de otro prelado, sobrino del anterior, muerto media centuria después de su tío, o sea en 1523. Esparcidos por el templo aparecen otros sepulcros de varios prelados de la misma estirpe, bellas creaciones del Renacimiento. En el centro o mitad del crucero fue sepultado Antonio de Fonseca, palaciego de gran confianza de Juana la Loca. Sepulcros labrados en mármol de Carrara por el burgalés Ordóñez. Estos Fonseca eran una de las más poderosas estirpes del siglo XV, que hicieron de Coca su señorío, siendo Alfonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, magnate de la corte de Enrique IV; su hermano Fernando, maestrescuela del rey; Juan, obispo de Burgos, y Antonio, más tarde poderoso palaciego también. El cabeza de los Fonseca terminó en Coca el gran castillo-palacio, uno de los más famosos de España, sobre restos de la antigua fortaleza, no exenta de recuerdos de la civilización romana. Y cuéntase a propósito del fausto que llegó a encerrar, que en ocasión de uno de los festines dado en él con asistencia de los reyes y cortesanos, Fonseca mandó sacar, después de la espléndida comida, bandejas llenas de preciadas joyas, para obsequiar a la reina y sus damas.

Castillos de España - Carlos Sarthou. Espasa

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