La Montaña Palentina se puede encuadrar dentro de la España atlántica, en la región eurosiberiana (Eurocantábrica. Sector Campurriano Carrionés). Este modelo bioclimático origina una gran variedad de flora y vegetación natural. Sólo en esta comarca han sido clasificadas 1.600 especies vegetales, lo que nos habla de una diversidad vegetal notable, pudiéndonos encontrar en ella desde encinares, matorrales secos y tomillares, hasta bosques caducifolios húmedos, praderas de siega, pinares e incluso céspedes alpinos.
Originariamente la mayor parte de este territorio montañoso se encontraba cubierto de bosques, salvo los grandes roquedales o las partes más altas por encima de los 1.800 metros de altitud. De los modelos de bosques localizados entre los 1.000 y 1.700 metros de altitud, destacan los robledales y hayedos; junto a otros de menor extensión pero de singular valor, como son: los pinares de pino albar, enebrales y encinares de montaña, tejedas, acebedas y avellanedas, mostellares, abedulares y tremoledas.
El bosque más representativo de estas zonas de montaña es el robledal, poblado en especial por robles albares o cajiga, aunque también convive con otras especies del mismo género como: el roble común, carbajizo, melojo y carrasqueño, este último menos abundante. El roble albar es una especie muy longeva, llegando a vivir 800 años, alcanzando una gran envergadura siempre que los terrenos le sean apropiados o hayan sobrevivido a las talas indiscriminadas. Todavía en algunas zonas boscosas pueden verse grandes ejemplares aislados (Estalaya, San Salvador, Carracedo, Gramedo, Resoba, Perapertú, Brañosera, Salcedillo, etc...).
Acompañando al roble, veremos otras especies de árboles, en especial hayas, cerezos silvestres, álamos temblones, acebos, malbillos, prádanos, maillos, mostajos, avellanos. Pero de hecho, y esto es algo a tener en cuenta, el robledal albar se encuentra en regresión frente a la pujante expansión del haya.
Como el bosque de robles no es sombrío en exceso permite fácilmente la llegada de la luz hasta su suelo, por lo que resulta frecuente encontrar dentro de él una gran diversidad de arbustos, matas y plantas herbáceas.
El robledal acoge cornejas, zarzamoras, altimoras, boneteros, majuetos, madreselvas, agavanzos, barbaleñas, así como arándanos o ráspanos. Los helechos acompañan a las prímulas, así como anémonas y martagones. Los robles producen considerables cantidades de bellotas, las cuáles alimentaban hace años a buenas piaras de cerdos, así como a los jabalíes y al propio oso, cuando este plantígrado era más abundante en la zona. También el robledal produce una gran variedad de hongos forestales, entre los que destacaremos los robezuelos y los boletos.
El roble era el árbol totémico de estas zonas de montaña, llegandose a cuidar por medio de podas, plantaciones y control del haya, obligándose a los vecinos de las villas montañesas por medio de las ordenanzas concejiles, a plantar todos los años un cierto número de ellos en las dehesas y montes comunales. No estaría mal retomar esta prudente y hermosa tradición, para devolver un poco más de carácter a estos nuestros bosques emblemáticos
El haya organiza otros modelos de bosque más denso, umbroso y caducifolio, el cual es fácilmente localizable en las vertientes septentrionales de toda esa zona montañosa. Destacan los grandes hayedos de Piedrasluengas, Lores, Valle de Redondo, San Salvador de Cantamuda, Tosande, Cervera de Pisuerga, Valle Estrecho, Salcedillo, La Pedrosa y Velilla del Río Carrión. Esta frondosa es un árbol, especialmente dominante, capaz de expulsar a cualquier otra especie que pretenda instalarse junto a ella. Sólo los tejos y los acebos, parecen aguantar su densa sombra.
De los extensos pinares, que según parece cubrieron hace tres mil años las vertientes meridionales de esta zona montañosa, tan solo queda un bosque relíctico de pino albar a los pies de la Peña Mayor en Velilla del Río Carrión. Otro tanto ocurre con los enebrales y los encinares de montaña, destacando los de Peña Lampa y Peña Mayor en Velilla del Río Carrión y los de Tosande y Peña Redonda.
Las tejedas o pequeños bosquetes de tejos, también ya son una escasa reliquia, recuerdo de los grandes bosques de coníferas de la Era Terciaria. El tejo es un árbol raro, que se localiza salpicado entre los bosques de hayas, en orientaciones septentrionales, creciendo lentamente, por lo que alcanza una longevidad considerable. Sus hojas pueden llegar a permanecer verdes en las ramas hasta 15 años. Existen algunos buenos ejemplares aislados en los hayedos de Piedrasluengas, Peña Abismo, Casavegas, Valle Estrecho, así como en la conocida tejeda o tejuela del Valle de Tosande, donde puede verse un buen número de estos árboles mitológicos, con algunos ejemplares de tejos que superan el 1 ,5 m. de diámetro.
Las acebedas o acebales, acompañan con frecuencia a los robles y las hayas, llegando por si solos a constituir verdaderas masas forestales, aunque en tiempos históricos fueron mucho más abundantes. En el Libro de las Monterías del rey Alfonso XI (s. XIV), ya se mientan las "azebedas" del Salcedillo y "el azebal" de San Salvador de Cantamuda. No es de extrañar que estos y otros monteros y cazadores se hayan fijado en estos lugares, pues de todos es sabido que el acebo por su tupidez y densidad de hoja, es un excelente refugio para una gran cantidad de especies montanas (corzos, ciervos, liebres, zorzales y del casi invisible urogallo), aparte de que de sus hojas y frutos depende su supervivencia, especialmente durante las grandes nevadas y ventiscas.
En los bordes de estos bosques, aparecen orlas arbustivas con majuetos, rosales silvestres, endrinos, espinos pudios, agracejos, acompañados de buenas masas de matorrales conformadas por escobonales y aulagares de gesnistas. A mayor altitud y en zonas venteadas donde no puede desarrollarse el bosque, aparecen piornales de sabinas y enebros rastreros. Cuando una zona ha sido repetidamente afectada por la incidencia del fuego, para la búsqueda de pastizales, no es raro encontrarnos con grandes superficies de brezales. Los raspanedos, productores de tan apreciados frutos, medran tanto en estos brezales como en el propio bosque. En los roquedales, peñas y pedregales crecen originales plantas rupícolas, que en esta zona de montaña, presentan una especial riqueza y diversidad, con especies y subespecies endémicas. En parajes encharcados o muy húmedos, se desarrollan agrupaciones vegetales muy especializadas: turberas, cervunales, saucedas y comunidades de plantas acuáticas.
Para finalizar, diremos que en la Montaña Palentina existe un conjunto considerable de especies vegetales muy escasas, algunas de ellas exclusivas de estas comarcas montanas e incluso de parajes concretos y muy reducidos. Debido en gran medida a la gran diversidad y riqueza natural que encierra esta amplia comarca norteña palentina, lo que la ha convertido en un verdadero "santuario natural" y no porque hasta ahora se haya hecho premeditadamente algo para que así fuese, una gran parte de este territorio en el año 2000 fue declarado Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina.
La superficie del actual Parque Natural, afecta total o parcialmente a los siguientes municipios: Velilla del Río Carrión, Aguilar de Campóo, San Cebrián de Mudá, Cervera de Pisuerga, Triollo, Palentinos, Brañosera, La Pernía, Castrejón de la Peña y Dehesa de Montejo. Esta figura de protección, la de "Parque Natural" tiene como objetivos conservar, proteger y mejorar los recursos naturales, restaurar los ecosistemas y valores del espacio que hayan sido deteriorados, garantizar la conservación de su biodiversidad y promover el desarrollo socioeconómico de los municipios que integran el espacio natural, así como promover el conocimiento y disfrute de sus valores naturales y culturales.
Diputación de Palencia.