Origen y características de las cárcavas

Las cárcavas se han desarrollado sobre materiales terciarios de color rojizo, compuestos principalmente por gravas y arcillas. Este tipo de erosión da lugar a paisajes accidentados donde la vegetación no puede arraigar, lo que los hace inaprovechables para usos agrícolas o forestales. Presentan profundos surcos entre aristas agudas, por lo que se les denomina badlands o tierras malas. Las vertientes pueden alcanzar pendientes casi verticales.

Influencia del río Jarama y la erosión

A medida que el río Jarama ha excavado su valle en los sedimentos terciarios, sus márgenes inclinadas han sido sometidas a la acción de agentes atmosféricos, especialmente la lluvia. Inicialmente, la erosión por arroyada removía el suelo en capas finas, generando erosión laminar.

Cuando las pendientes son muy inclinadas y las precipitaciones intensas, la erosión laminar se transforma en erosión en surcos o lineal. El agua forma cauces activos que erosionan y asimilan los adyacentes, ensanchando barrancos y aumentando el encajonamiento. Este proceso es claramente visible en las cárcavas de Patones, donde se aprecia un laberinto de barrancos profundos con paredes casi verticales.

Formaciones geológicas y estabilidad

A pesar de la sensibilidad de los materiales a la erosión, su cementación interna permite que las paredes mantengan fuertes pendientes sin desprendimientos frecuentes. Esto evita formas redondeadas y conserva el aspecto abrupto del paisaje. También se observan torres o chimeneas de erosión (dames coiffées), donde la parte superior es más dura gracias a niveles de mayor cementación.

Futura evolución del paisaje

Actualmente, las cárcavas evolucionan tanto vertical como horizontalmente. Los barrancos seguirán profundizando hasta alcanzar el nivel base del río Jarama. Las cabeceras retrocederán, provocando la independización de cerros cada vez más pequeños, hasta la desaparición del páramo original.

Impacto ambiental y pérdida de suelo

Las cárcavas son un ejemplo típico de erosión mediterránea y representan uno de los principales problemas ambientales en Castilla-La Mancha. Su formación provoca pérdida masiva de suelo agrícola y forestal, empobrecimiento del terreno y reducción de su capacidad productiva.