֍ Alto de las Rozas, Peña del Águila y Peña Labanto: un cordal de altura en la Sierra Norte
Partiendo desde Berzosa del Lozoya, el camino hacia estas tres cumbres es una inmersión en la sierra más agreste y panorámica de la Comunidad de Madrid. El recorrido comienza suave, atravesando la Dehesa Boyal, donde encinas y robles centenarios ofrecen sombra y un primer contacto con la naturaleza. Tras pasar la zona conocida como La Mojonera, el sendero se empina con decisión: un cortafuegos asciende directo al cordal, exigiendo esfuerzo pero recompensando con vistas cada vez más amplias.
La gran atalaya de la Peña del Águila (1.657 m), un promontorio rocoso que hace honor a su nombre: desde aquí, la mirada vuela sobre el embalse de El Villar al sur, la Peña de la Cabra al norte y el valle del Riato extendiéndose como un tapiz verde y ocre según la estación. El terreno es pedregoso y salvaje, con un aire de montaña lejana pese a estar a poco más de una hora de Madrid.
Alcanzando el Alto de las Rozas (1.673 m), techo de la ruta y balcón natural sobre la Sierra del Rincón y el macizo de Ayllón. El sendero nos permitirá caminar con calma mientras el horizonte se abre en todas direcciones.
La cumbre, Peña Labanto (1.477 m), se presenta como un mirador más íntimo, rodeado de jaras y piornos, con vistas hacia Berzosa y las lomas que descienden hacia el Lozoya. Desde este punto, el cordal continúa hacia otras elevaciones como La Penilla o el Pico Albirigaño.
Una ruta de las más espectaculares de la Sierra Norte. Aquí, cada cima es una recompensa, y cada paso, un recordatorio de que la montaña guarda su belleza para quienes se atreven a buscarla.
→ Cañada Real de las Merinas: el latido trashumante de la península
Desde tiempos medievales, la Cañada Real de las Merinas ha sido una de las grandes arterias ganaderas de España. Nace en la Sierra Cebollera, en La Rioja, y recorre más de 400 kilómetros hasta el Valle de Alcudia, en Ciudad Real, atravesando Soria, Guadalajara, Madrid y Toledo. Durante siglos, miles de ovejas merinas caminaron por este corredor natural, guiadas por pastores que buscaban los mejores pastos de verano en la sierra y las grandes dehesas en el sur para el invierno.
En la Sierra Norte de Madrid, la cañada se convierte en un sendero vivo que atraviesa encinares, robledales y collados históricos. Desde Buitrago del Lozoya, con su imponente muralla medieval, el camino asciende suavemente hacia El Cuadrón, regalando vistas del embalse de Riosequillo. Más adelante, el sendero bordea la Peña Negra y alcanza el collado del Medio Celemín, donde antaño los pastores pagaban un portazgo en trigo para entrar en las tierras del señorío de Buitrago.
Hoy, la Cañada Real de las Merinas es un espacio donde conviven naturaleza, historia y vida contemporánea. En algunos tramos, como el que cruza la Comunidad de Madrid, se ha transformado en un corredor multicultural habitado por comunidades diversas, que han dado lugar a una ciudad lineal única en Europa. Uniendo pueblos serranos y ofreciendo un viaje en el tiempo a través de la memoria de la trashumancia.
Caminar por esta cañada es sentir el eco de los cencerros, el crujir de las botas sobre la tierra y el viento que trae historias de pastores, rebaños y caminos sin prisa. Es un recordatorio de que, aunque las autopistas modernas hayan cambiado el mapa, todavía existen sendas que nos conectan con la tierra y con un modo de vida que se resiste a desaparecer
→ Serrada de la Fuente: donde la sierra susurra historias
En lo alto de la Sierra Norte de Madrid, abrazado por montes y arroyos, se encuentra Serrada de la Fuente, un pequeño pueblo que parece detenido en el tiempo. Sus casas de piedra y pizarra se agrupan en torno a la plaza, como si buscaran cobijo unas de otras frente a los vientos de la sierra. El aire es limpio, fresco, y trae consigo el aroma de los pinares cercanos y el murmullo constante del agua que baja de la montaña.
Caminar por sus calles es recorrer siglos de historia. Aquí, cada piedra cuenta algo: el potro de herrar, testigo de antiguas faenas ganaderas; el lavadero, donde las voces de las mujeres se mezclaban con el chapoteo del agua; y la iglesia de San Andrés Apóstol, que se alza sobria y serena, guardiana de la fe y las tradiciones del lugar.
El paisaje que rodea Serrada de la Fuente es un mosaico de verdes y ocres, según la estación. En primavera, los prados se cubren de flores silvestres; en otoño, los robles y encinas tiñen el horizonte de tonos cálidos. Los senderos invitan a perderse entre pinares, siguiendo el curso de arroyos cristalinos que parecen guiar al caminante hacia rincones secretos.
Pero Serrada no es solo piedra y naturaleza: es también su gente. Vecinos que se saludan por su nombre, que se reúnen en la plaza durante las fiestas de San Andrés o en la Fiesta Celta, donde la música y la gastronomía llenan de vida las calles.
→ Prádena del Rincón: donde la sierra se abre en pradera
En el corazón de la Sierra del Rincón, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO, se esconde Prádena del Rincón, un pequeño pueblo de apenas 150 habitantes que parece dibujado con la calma de quien sabe que el tiempo aquí transcurre de otra manera. A 1.104 metros de altitud, el caserío se asienta en un valle rodeado por cumbres imponentes: la Peña de la Cabra, el Porrejón y la Portezuela, guardianes de piedra que lo protegen del viento y las prisas.
Sus calles, de trazado irregular, se adaptan al relieve de la ladera y se abren a plazas soleadas donde las casas de piedra, madera y teja roja conservan la esencia de la arquitectura serrana. Algunas aún muestran los antiguos hornos de pan sobresaliendo de sus muros, como cicatrices dulces de un pasado en el que el pan se amasaba en casa y se compartía con los vecinos.
En el centro, la iglesia de Santo Domingo de Silos se alza como un testimonio vivo de la historia. Su ábside románico y los detalles mudéjares hablan de la repoblación medieval, cuando gentes llegadas de Segovia se asentaron aquí, atraídas por la fertilidad de los pastos y la abundancia de agua. No es casual que el escudo del pueblo muestre un toro, una encina y la leyenda Ad alenda pecora —“para el sustento del ganado”—, recordando que la trashumancia y la ganadería han sido el alma de estas tierras.
El entorno es un mosaico de praderas, robledales y arroyos como el de la Garita, que baja cantando entre juncos y fresnos. Senderos y vías pecuarias, como la cañada y los cordeles que cruzan el término, conectan el pueblo con otros rincones de la comarca.
→ Berzosa del Lozoya: el balcón de la Sierra Norte
A casi 1.100 metros de altitud, en una ladera que se asoma al valle del Lozoya, Berzosa del Lozoya se gana a pulso su apodo de balcón de la Sierra Norte. Desde sus miradores, la vista se abre a un horizonte de montañas, embalses y bosques que cambian de color con cada estación. El aire aquí es más limpio, más fresco, y parece traer consigo el eco de siglos de historia.
El origen del pueblo se remonta a la Edad Media, cuando la abundancia de brezo en la zona dio nombre a la localidad. Durante generaciones, sus gentes vivieron de la ganadería, la agricultura y la fabricación de carbón vegetal, aprovechando la vegetación de jaras, robles y encinas que tapiza el entorno. Hoy, con poco más de doscientos habitantes, Berzosa conserva el ritmo pausado de los pueblos serranos, pero también se abre al visitante como un lugar cuidado y acogedor.
Sus calles estrechas y empedradas conducen a la Plaza de la Constitución, corazón social del municipio, y a la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora y San Roque, reconstruida tras la Guerra Civil pero con raíces en el siglo XVII. Junto a ella, el antiguo lavadero, la fuente de la Hontana y el potro de herrar recuerdan la vida comunitaria de antaño, cuando el trabajo y la convivencia se entrelazaban en el día a día.
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Ruta de Senderismo Nivel: Alto
Distancia 23 kms; Desnivel: 1050 metros.
Incluye
- Transporte, seguro R.C.
No incluye
- Comida (por cuenta de cada participante)
- 08:50 (Av. de España, Alcobendas)
- 08:30 (Plaza Castilla, Madrid)
- 26,00 €
- 30,00 € (nuevos socios, incluye cuota socio) * ¿Cómo me hago socio?