Aunque las aguas del río Salado resultan dulces en sus nacederos, enseguida su caudal se va a impregnar de materias salitrosas al recorrer estratos rocosos ricos en este mineral transformando definitivamente sus cualidades
Ello permitió desde las más remotas épocas la ubicación de una serie de tradicionales salinas donde se dejaban reposar las aguas embalsadas, a la espera del proceso de evaporación que culminaba con la obtención de la sal, el oro blanco como se denominó en tiempos de la Reconquista. En la actualidad algunas de ellas siguen funcionando aunque de manera casi testimonial, ya que a partir de los años cincuenta cayeron en decadencia; las más importantes se situan entre los pueblos de Olmeda de Jadraque y las Salinas de Imón
El río Salado en su cabecera crea un amplio valle al atravesar estratos rocosos poco consistentes ante la erosión, en su tramo medio y bajo el cauce se encaja progresivamente hasta crear un bello cañón horadado entre las altas planicies, articulando de esta forma el monótono el relieve del páramo. Aunque no adquiere la angostura y el empaque de las cercanas hoces del río Dulce, no es menos cierto que este desconocido enclave se presenta ante nuestros ojos de manera mucho más salvaje, casi virginal.