Este valle excavado por el río Linares constituye un amplísimo muestrario de los elementos geológicos.
Las laderas del valle ponen al descubierto diferentes tipos de rocas que nos muestran como estas determinan las comunidades bióticas que se desarrollan sobre ellas y la influencia que produce el hombre.
La Cueva de los Casares, ocupada por el hombre desde hace más de 50.000 años ha desvelado importantes descubrimientos sobre arte rupestre y fauna de las últimas decenas de miles de años.
La tendencia de las areniscas y conglomerados de la facies Buntsandstein del triásico inferior a generar bellas formas erosivas se muestra aquí en los Puntales de los Milagros, singulares tormos que se elevan desde el fondo del valle, solitarios torreones naturales de roca colorada, de unos 25 metros de altura, únicos restos de un monte que la erosión ha dejado en los puros “huesos”.
La discordancia entre los materiales del paleozoico y los del triásico nos habla de grandes ciclos geológicos, radicales cambios ambientales y grandes modificaciones geográficas, todos ellos registrados en la estratigrafía.
El curso del río se torna en múltiples meandros dentro de una garganta angostísima y entre elevadas laderas de 200 metros de altura, salpicadas de fresnos, arces, quejigos y grises pedrizas de cuarcita y pizarra, un decorado más propio del macizo de Ayllón o de los montes de Toledo que de estas vecindades del alto Tajo.