Senderismo por La Pedriza, ese imán madrileño para realizar excursiones y senderismo. Se propone un trekking por la zona meridional de La Pedriza y el límite del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.
Adentrandonos y contemplando los grandes bloques graníticos del Terciario, cruzandonos y posteriormente recorreriendo el GR-10 (sendero de gran recorrido Valencia-Lisboa).
La gran luenga meseta herbosa que da nombre a la ruta por la que discurrimos y que corona a media altura el monumento fractal en el que nos encontramos. Divisando esas rocas de nombres pintorescos y más menos intuitivos, como El Yelmo, Canto Berrueco, La Esfinge, El Dante, Peña El Buje... y cientos de ellas más.
Llegaremos al descansadero de los mesones, junto a Canto Cochino donde nos separaremos del GR10 para buscar el Collado de Quebrantaherraduras y posteriormente incorporarnos a él descansadero, abrevadero del Salegar en la Solanilla y la colada de Mataelpino.
La Gran Cañada - Cordel de la Pedriza - Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares
Al principio, la Pedriza era tan reciente -se barrunta que estos zurullos de granito surgieron a mediados del Terciario, 300 millones de años después que el resto de la sierra- , que las peñas carecían de nombre, y para mencionarlas, había que señalarlas con el dedo, como en Macondo. Luego llegaron los pastores y los señores de la guerra, y para los canchos fo1jaron títulos de grave resonancia: el Yelmo, el Cáliz, la Campana ... Al alborear el siglo XX, geólogos y caminantes vislumbraron en estas fragosidades las siluetas de la Esfinge, el Dante o el Dedo de Dios. Mas el séptimo día, en vez de descansar, fueron los escaladores y treparon a la Aguja Singer, el Risco del Gargajo y el Espolón Extrema Unción.
Viajar en el recuerdo a los tiempos del cayado y el morral, a aquella edad ingenua en que cada cresta pedricera era un asombro y se bautizaba noblemente - y no como si fuera un disco-pub- , es el propósito de esta gira que nos ha de llevar desde Canto Cochino hasta el cancho del Berrueco, dos de los pedruscos más viejos del lugar.
De roca a roca, remontando una de las colosales barrancas que surcan de poniente a naciente el mediodía de la Pedriza. Una luenga meseta herbosa, de casi dos kilómetros de punta a cabo, corona esta monumental fractura. Le dicen la Gran Cañada, gran título también.
Dos cantos superpuestos en secular acrobacia - el superior, algo rechoncho y vagamente porcino-, de no más de cinco metros de altura en total, configuran el Cochino que dio nombre al enclave más populoso del parque. Pocos de los que dejan el coche en este aparcamiento -eso es hoy- reparan en la existencia del gorrino, engullido por el pinar de repoblación y por el olvido. Mejor así. Si esta piedra caballera ha desafiado a la erosión y a los vaqueros que, según apuntaba Casiano del Prado en 1864, provocaban desprendimientos "cuando los cantos se hallan en equilibrio inestable".